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“Cambió la cerradura de la casa nada más fallecer nuestro padre para que no pudiéramos acceder a la vivienda familiar, la de todos los hermanos”. Este es el testimonio de Luisa (nombre ficticio) que, junto con los demás herederos, tuvo que ir a juicio para echar a su hermana del piso de la infancia. La mujer llevaba instalada tres años. No tenía dónde quedarse y así, dijo, podía cuidar de sus progenitores. Sin embargo, los demás hermanos ya pagaban a una persona que se ocupaba de esta labor. Tras el fallecimiento del padre, siguió viviendo allí con su madre. La gota que colmó el vaso, comenta Luisa, fue el cambio de cerradura del inmueble. Un aviso de que pensaba quedarse en el piso y pasar por encima de los derechos de sus hermanos.

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